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A los 61 años, Michelle Obama vuelve a convertirse en referencia mundial de bienestar. La ex primera dama de Estados Unidos sorprendió en redes sociales con una imagen supertonificada, especialmente en la zona de brazos, al compartir el detrás de escena de una sesión de fotos con la reconocida fotógrafa Annie Leibovitz.

Detrás de esa figura definida hay una disciplina férrea, una rutina de fuerza muy concreta y una filosofía de vida que combina ejercicio, autocuidado y reflexión sobre la imagen y el cuerpo.

En las fotografías, que formarán parte de la nueva edición del libro Women, de Leibovitz, Michelle aparece con vaqueros rectos, camiseta gris de manga corta y melena suelta en movimiento. Nada de trajes de gala ni estilismos recargados: un look sencillo que hace que la atención se concentre en su físico trabajado y en una presencia tranquila pero poderosa. Ella misma explicó en Instagram que fue “un honor” volver a ser retratada por la fotógrafa y que el proyecto busca mostrar “las muchas maneras en que las mujeres se están presentando hoy”.

Más allá de la estética, los brazos de Michelle Obama se han convertido casi en un símbolo propio. Su entrenador de toda la vida, Cornell McClellan, ha contado en varias ocasiones que una de las claves de esa definición es un superset de nueve minutos que combina pushdowns de tríceps con hammer curls para bíceps. Este bloque se integra en un entrenamiento más amplio, pensado no solo para “verse bien”, sino para llegar fuerte y sana a una etapa de la vida en la que muchas mujeres empiezan a perder masa muscular.

Michelle Obama, en una sesión de fotos con la reconocida fotógrafa Annie Leibovitz.

La propia Michelle ha explicado que su día de ejercicio empieza temprano. A las 5:30 de la mañana ya está en el gimnasio. Su rutina incluye sesiones de cardio, pesas ligeras y ejercicios pliométricos, esos movimientos explosivos que elevan las pulsaciones y mejoran la potencia. En su lista aparecen salto de comba, boxeo, sentadillas con salto, trabajo de core con balón medicinal y diferentes combinaciones de fuerza que buscan involucrar todo el cuerpo.

No se trata solo de intensidad, sino de constancia. Michelle cuenta que ni los viajes ni la agenda apretada son excusas. Cuando está fuera de casa, la acompañan cintas elásticas para mantener el entrenamiento, aunque tenga que hacerlo en una habitación de hotel. “Para mí, dormir lo suficiente, comer bien y hacer ejercicio reducen mis niveles de estrés. Y un buen entrenamiento es un excelente liberador de estrés”, ha dicho en más de una entrevista.

A esta base de esfuerzo hay que sumar la natación, disciplina que incorporó con más regularidad a partir de la menopausia. La elige porque es un ejercicio de bajo impacto, ideal para proteger las articulaciones sin renunciar al trabajo cardiovascular y de resistencia.

En la Casa Blanca impulsó el programa Let’s Move para combatir la obesidad infantil. Foto: SUZANNE CORDEIRO / AFP

El cuidado físico de Michelle Obama está íntimamente ligado a su mensaje público. En la Casa Blanca impulsó el programa Let’s Move para combatir la obesidad infantil y promovió la creación del White House Kitchen Garden, un huerto de verduras frescas que funcionaba como símbolo de una alimentación más consciente. Ella misma reconoce que le encantan “una buena hamburguesa con patatas fritas”, pero también subraya que no puede comerlas todos los días y que la clave está en el equilibrio.

Al mismo tiempo, su nuevo libro de fotos, The Look, profundiza en los estrictos estándares de belleza a los que se vio sometida como primera dama y en el impacto que esos juicios tuvieron sobre sus decisiones de estilo. Durante años, sus vestidos sin mangas y sus brazos tonificados fueron objeto de críticas, lo mismo que su cabello. Michelle revela que optó por llevarlo lacio en la Casa Blanca para evitar distracciones y que la conversación se centrara en su trabajo, no en su apariencia.

Hoy, con trenzas, looks más relajados y una imagen que abraza su identidad completa, Michelle Obama combina su mensaje sobre salud física con una reflexión más amplia sobre representación y libertad. Sus madrugones en el gimnasio, el superset de brazos, la natación y la comida saludable no son solo herramientas para “verse bien”, sino parte de una filosofía que entiende el cuerpo como un aliado para vivir con energía, autonomía y menos estrés.